Sé que estás ahí. ¿Por qué no hablas?
Tu aliento helado revolotea entre las sombras.
Tu reflejo te delata en la penumbra.
La oscuridad se somete a tu mirada
Y los negros mensajeros graznan en la ventana.
El llanto divino baña la cal afuera
Y trae frio, y miedo,
Codicia por libertar el mito ido,
Por salir corriendo tras el hada rota.
Y el fuego eterno de azufre en llamas
Me llama sin tregua noche y día.
Y por mucho que imploro, lloro y rezo
Sé que estás ahí, y no me hablas
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