martes, 26 de marzo de 2013

ANSIEDAD


La noche oscura llenaba de sonidos incoherentes las tenebrosas paredes de la fábrica abandonada. Toc toc toc. Unos pasos sigilosos sonaron a su espalda, pero al girarse, nada. La Luna se miraba maliciosa en un charco de aceite, consecuencia de la herida mortal que el tiempo había provocado en un bidón metálico. Hacía frío. Su cuerpo acompañó el giro de su cabeza buscando una salida, una explicación, un desenlace. Toc toc, toc toc. Volvió a girarse, y, otra vez, nada. Faltaba el aire, faltaba el agua. Sus labios secos querían aspirar las últimas gotas de humedad  del aire nocturno, pero eran tan esquivas que se perdían en las secas transpiraciones de su boca. Estaba sola.

 

Toc toc toc toc. Cada vez más cerca. Y su respiración, cada vez más rápida. Sus ojos querían salir de su cara con la esperanza de poder ver mejor aquello que todavía no se había manifestado, pero no veía nada. Ni un movimiento, ni un ruido, nada. Dio tres pasos, bordeando el charco brillante que tenía a sus pies. Y empezó a correr hacía ningún sitio, hacia una salida desconocida en el otro extremo de la nave. Creyó ver una luz roja, una salida de emergencia, pero al llegar allí comprobó que sólo era el chivato de aviso de encendido de una máquina. Toc toc toc toc. Allí mismo estaba. Quería huir hacia lo imposible, y sus pies apenas sentían el suelo que pisaban. Quería correr y sin embargo flotaba. Toc toc toc. ¿Por qué ese ruido no acaba? Toc toc toc. ¿Quién eres, maldito? ¡Habla! Toc toc toc toc. Marlene!!!! Toc toc toc.

 

 

Y, pesadamente, se levantó de la cama, y fue hacia la puerta de la habitación.

 

¡Qué pesada mi hermana!

 

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