La noche oscura llenaba de sonidos incoherentes las
tenebrosas paredes de la fábrica abandonada. Toc toc toc. Unos pasos sigilosos
sonaron a su espalda, pero al girarse, nada. La Luna se miraba maliciosa en un
charco de aceite, consecuencia de la herida mortal que el tiempo había
provocado en un bidón metálico. Hacía frío. Su cuerpo acompañó el giro de su
cabeza buscando una salida, una explicación, un desenlace. Toc toc, toc toc.
Volvió a girarse, y, otra vez, nada. Faltaba el aire, faltaba el agua. Sus
labios secos querían aspirar las últimas gotas de humedad del aire nocturno, pero eran tan esquivas que
se perdían en las secas transpiraciones de su boca. Estaba sola.
Toc toc toc toc. Cada vez más cerca. Y su respiración, cada
vez más rápida. Sus ojos querían salir de su cara con la esperanza de poder ver
mejor aquello que todavía no se había manifestado, pero no veía nada. Ni un
movimiento, ni un ruido, nada. Dio tres pasos, bordeando el charco brillante
que tenía a sus pies. Y empezó a correr hacía ningún sitio, hacia una salida
desconocida en el otro extremo de la nave. Creyó ver una luz roja, una salida
de emergencia, pero al llegar allí comprobó que sólo era el chivato de aviso de
encendido de una máquina. Toc toc toc toc. Allí mismo estaba. Quería huir hacia
lo imposible, y sus pies apenas sentían el suelo que pisaban. Quería correr y
sin embargo flotaba. Toc toc toc. ¿Por qué ese ruido no acaba? Toc toc toc.
¿Quién eres, maldito? ¡Habla! Toc toc toc toc. Marlene!!!! Toc toc toc.
Y, pesadamente, se levantó de la cama, y fue hacia la puerta
de la habitación.
¡Qué pesada mi hermana!
No hay comentarios:
Publicar un comentario